Es probable que en los años 70, incluso 80, jamás hubiésemos osado nombrar a un ciclo de cine de películas norteamericanas como Cine Americano. Y la verdad que este ciclo de Cine Americano no es un nombre ambigüo (para los amantes del cine). Aclaremos esto: nunca pondríamos a Silvester Stallone en un ciclo de Cine Americano, y no porque nos caiga mal, simplemente porque no cae dentro del círculo secreto y cerrado que significa el Cine Americano. ¿Aclaramos algo con esto?. Pues bien, mire usted la muestra que hemos puesto para este ciclo de Cine Americano. Solo fíjese en los actores principales de esta muestra: James Dean, Marlon Brandon, Ernest Borgnine, Marylin Monroe, Montgomery Clift, Burt Lancaster, Clark Gable...¿Lo ha entendido? Bien, usted dirá..."pues faltan algunos actores de esa época como: James Stewart, Rock Hudson, William Holden, Dorys Day, y un largo etcétera..."Pues sí", le diremos, "lleva usted razón". De modo que va entendiendo usted que entendemos nosotros por el Cine Americano. ¿No lo ha entendido aún?. Pues mire usted, si vive en Chile consígase cualquier número de la ya inexistente revista Ecran (en algún kiosko de revistas y libros usados), y entonces usted verá, con mucha probabilidad, las historias frívolas de todos los actores que conformaron el gran Cine Americano (incluso con la antigua dirección en Hollywood de las grandes compañías donde le podía escribir). ¿Aún no entiende que es el Cine Americano? A ver, a ver, debería contestar usted la siguiente pregunta "¿qué edad tiene?". Catorce, veinte, hum, pues sí, para usted será díficil explicar lo que es el Cine Americano. Momento, momento, allí veo que alguien levanta la mano... Sí, usted señora. "¿Que edad tiene?"... No quiere responderme. No, no, ahora responde: "Tengo tantos años jovencito que podría ser su madre". "Pero bien, ¿qué tiene que ver mi edad con entender lo que es el Cine Americano?". "No gran cosa señora, pero algo puede ayudar"...
Señora: No lo creo, fíjese que yo tengo un sobrino que tiene 14 años, y hablamos perfectamente sobre las películas de Dorys Day y Rock Hudson.
Joven: Es posible. Pues seguro que usted tiene la costumbre de ver ese cine de relleno, por la televisión, donde de vez en cuando echan una película del Cine Americano. Y es ahí, donde invita a su sobrino, ¿verdad?
Señora: Pues se equivoca usted, joven. Mi sobrino se queda a mi cargo en casa, puesto que sus padres trabajan, y no tengo necesidad de invitar a mi sobrino. A él le gustan esa películas... hum... digamos un tanto antiguas, desde que vio Ulises por ... ¿cómo se llama ese actor que se le hace un hoyito en su mandíbula...?
Joven: Kirk Douglas, señora...
Señora: Ese, ese mismo... como le decía, yo jamás obligo a mi sobrino a ver películas antiguas en la tele, por lo demás la mayoría ya las ví en el cine... cuando..., cuando mi marido vivía.
Joven: ¿Solía ir al cine con su marido?
Señora: ¿Y qué se ha creido usted? Por supuesto que iba con él, sino ¿con quién más?. Joven, en todo caso aún usted no me explica lo que es el Cine Americano, y sin embargo se quiere meter en mi vida privada.
Joven: Ya se lo explicaré señora, pero es importante que usted me responda ¿Siempre iba con su marido al cine?
Señora: Pues ahora que insiste, en realidad antes de casarme solía ir con mis primas y amigas.
Joven: Y desde que se casó dejó de ir con ellas. Pero mire usted, ¿conoció a su marido en el cine?..., digo, ¿si conoció a su marido en alguna función de cine?
Señora: No anda cerca jovencito, muy lejos de eso. Conocí a mi marido en la plaza, cuando todo el mundo iba a pasear. Cuando en la retreta de la plaza la banda municipal o del regimiento cercano solía tocar música... ¿pero qué va a entender de lo que le hablo a usted, joven. Seguro que en ese entonces usted aún no nacía...
Joven: Ya, muy bien, pero... cuando conoció a su marido ¿no le recordaba a algún actor de cine?
Señora: Jovencito, ya sé por dónde va usted... pero le ha errado, usted no explicará nada del Cine Americano a través de mi experiencia. Por lo demás a mi marido, que en paz descanse, no le gustaba el cine.
Joven: Ah, pero...¿a usted sí le gusta el cine, verdad? y dígame, ¿cómo era que a su marido no le gustaba el cine y sin embargo le acompañaba al cine, eh?
Señora: Jovencito, creo que usted se está metiendo en una camisa de once varas. Mi marido me acompañaba porque a mí me gustaba ir al cine, ya se lo he dicho...
Joven: Muy bien, a ver si he entendido bien. Ni a su marido, ni a su sobrino le atrae mayormente las películas de cine, sobre todo las películas de su tiempo, y sin embargo, se deleitó su marido en el cine con usted, y se deleita su sobrino con las mismas películas de antaño... ¿y sabe usted por qué le ocurre eso?
Señora: No tengo la menor idea, ni me interesa saberlo joven.
Joven: Se lo diré. usted está impregnada de esa magia del Cine Americano. Que es la magia de una ingenua frivolidad que con el pasar de los años le traen un recuerdo necesario y vital. Como ese olor necesario de las buenas pensiones, o de las casas limpias que nos acostumbramos en nuestra niñez., o en nuestra juventud cuando eramos estudiantes. Algo así lo sintió Harry Haller... perdón, pero ¿ha leido usted al Lobo Estepario?
Señora: Claro que sí joven, no faltaba más... ¿Qué me dice de la magia ingenua de frivolidad...?
Joven: Que su sobrino mira las viejas películas americanas con usted, como hace tiempo lo hacía su esposo con usted, porque usted está impregnada de la ingenuidad de ese cine que nos suavizó una de las épocas más violentas de este siglo. Señora, usted sabe muy bien a que me refiero.
Señora: Joven, creo que estoy perdiendo el tiempo con usted. Nada me ha aclarado, pero dejémoslo así. Por cierto, ¿cómo se sabe que un actor es o no de la época del Cine Americano?
Joven: No se puede saber señora. En realidad depende de la película.
Señora: Usted no me aclara nada. Entonces contésteme: ¿Dean Martin perteneció al Cine Americano?
Joven: Sí, señora
Señora: ¿y Anthony Quin?
Joven: No, señora. Definitivamente no.
Señora: Creo que ahora le voy entendiendo. Joven, le invito a una copa de helado.
Joven: No señora, lo siento. Pero le acepto una copa de whisky.
Señora: Vale. Pero...¿no se verá mal que me vean con una persona tan joven?
Joven: No, señora. Y por lo demás sé que a usted no le importa.
Señora: Tiene usted razón, joven. Simplemente me importa un bledo.