Fotografía de Eduard Tissé en "El acorazado Potemkin"
Nelson Sills
La tradición de los pintores-fotógrafos arranca tan temprano como con Leonardo, cuando copia en un cristal el contorno y color de los árboles vistos en trasparencia. Durero inventa también una máquina de dibujar la perspectiva. Más tarde, Vermeer trabaja con una cámara óptica.
En el siglo XIX, los pintores son los primeros en apasionarse con el invento de Niepce. Tal es el caso de Nadar, que se hace amigo de los impresionistas, grupo de rebeldes atraídos por el color y la luz.
De la fotografía al cine, el puente se traspuso con la mirada de fotógrafos que buscaron grabar en la retina los efectos de contrastes luminosos con la misma sensibilidad con que los impresionistas captaron las calidades de la atmósfera. Tal es el caso de Tissé y su trabajo en "El acorazado Potemkin". La conexión clara con la "mirada impresionista" la vemos a través de toda la cinta, pero de una manera contundente en la escena en que el puerto de Odessa se nos muestra por primera vez. Una atmósfera de niebla envolvente desdibuja las embarcaciones. Los reflejos del agua copian luminosidades y sombras. En la misma mirada presente en "Impresión del sol naciente" con que Claude Monet irrumpe en la largada de la pintura moderna y que parece ser tomada por Tissé.