PARA SIEMPRE EN EL TIEMPO
A Lorca, Dalí y Buñuel, |
trilogía donde la miel es |
más dulce que la sangre |
Leves eran entonces la queja |
y los fragmentos híbridos apenas estallando |
cómplices invadidos y evadidos en su naturaleza |
de azar y destino extraviado |
por la Residencia de galerías insomnes. |
Hasta cuándo y desde entonces |
y para qué siempre y dónde nunca; |
abiertas ya las puertas, desatadas las manos |
en inciertos ojales de geranios absurdos, |
tocados en qué bocas de idea y gargantas |
hacia un eje de uvas navegando... |
Logrados ya los ojos desde un prólogo de infancia |
susurrando olivos, párpados de óleo |
arados en su desvelo mortal y permanente; |
hilos, hebras, pestañas sosteniendo |
el silbido en la gota de un álamo. |
Clichés que sostuvieron la luz fugaz, |
el latido del aroma aunado y distintivo, |
vuestras huellas digitales persuasivas, pasajeras |
de un entonces que apenas será rozado |
con la punta de un casi siglo en nuestros dedos. |
Amados y odiados en la tibia avidez; |
esquivos, furtivos, camaradas errados y errantes, |
traidores de amor truncado y celo, |
gitanos los tres desde la madrugada erguida |
en los relojes de la muerte intacta, |
acudiendo a su cita de horror, de error, |
vejez o delirio que ni la genialidad pudo eludir. |
Ni por la muerte quedareis a solas |
ni exiliados; visitados por el hueco |
sediento y ardiente que dejasteis |
en vuestra fuga, por fin, inevitable |
Caldera, Loreto, 14 de octubre de 1998