MICHEL...MICHEL....

Osman Cortés Argandoña

Los gritos angustiosos de Brigitte Fossey llamando a su amigo Michel en el amplio espacio del exilio impactaron al jurado del Festival Cine de Venecia en un ambiente que venía emergiendo del desastre de la Segunda Guerra Mundial. Obtuvo el máximo galardón por su aporte a la defensa de los derechos humanos.

De esa forma se premiaba a un director riguroso que enarboló con fervor las banderas del realismo poético en el cine francés que permaneció por casi dos décadas sometiendo a su arbitrio a imitadores en todo el mundo cinematográfico de autor.

"Juegos Peligrosos" es el atardecer de ese tipo de cine ("Bajos los puentes de París", "Bajos Fondos") que sucedió al naturalismo que surgió de la literatura de Emilio Zolá donde la recargada ambientación del sufrimiento hizo que el realismo lo reemplazara porque ya era demasiada tanta podredumbre humana.

A mediados de la década del 50 también estaba llegando a su fin el neorrealismo italiano que no fue cambiado por nada ya que no hubo intelecto suficiente para ello en la península.

Después del crepúsculo del realismo poético galo irrumpió la Nouvelle Vague, esa Nueva Ola que nos maravilló en nuestra juventud cuando deambulábamos en los tres cines de Copiapó: Alhambra, Rex y Atacama.

Pero "Juegos Peligrosos" es una película de visión. De visión en el límite de la metafísica ya que no puede existir nada más onírico que el pensamiento real de un niño que observa el mundo con su esquema mágico, envolvente, desarticulador, misterioso, sublime, puro y bello.

Para René Clément los adultos constituyen el entorpecimiento para el desarrollo de esos niños quienes con su pureza casi inocente intentan explicarse la muerte, el dolor, la persecusión y la separación que los transtornará para siempre.

Mayor bofetada a la conciencia adulta no se observaba desde los tiempos de "Cero en Conducta", de Jean Vigó y "Mañana es demasiado tarde", de Vittorio de Sica.

Los cineastas franceses nunca han dejado fuera del esquema cinematográfico a los niños y jóvenes. Las mayores muestras de ello las plasmaron posteriormente el malogrado Francois Truffaut con " Los 400 golpes" y Louis Malle en "Adios a los niños". Los niños de ambas cintas son los herederos de Michel Dolle, sufriendo siempre las incongruencias de los sistemas de instrucción educacional, de las lacras del fascismo y de los quiebres familiares que tienen en ellos a sus principales víctimas.

Después de 48 años de la realización de la película, ésta permanece incólume en su forma y contenido. Sus encuadres académicos reforzados por una iluminación calculada, de la cual estábamos viendo sus últimos atisbos estéticos, entregan vigencia a una historia que puede parecer lejana al espectador simplista pero vigentísima para el cinéfilo y el ciudadano común que puede continuar captando lo mismo en los noticiarios de la CNN.

René Clément intentó incorporarse a la corriente avasalladora de la Nueva Ola con una película poco afortunada en la década del sesenta "A pleno sol", con Alain Delón y Marie Laforet, pero sus esfuerzos no fueron suficientes ya que el sol se había ocultado definitivamente para el realismo. No importa. Con "Juegos Prohibidos" quedó instalado en la historia de la cinematografía.

Copiapó, 13 de enero de 1999