Ewaldo Cacho. Argentino, al parecer llegó exiliado a España en la década del 80 del siglo pasado, como muchos otros “sudacas”. Encontró trabajo en el “Sucesos”, un diario sensacionalista, de crónica roja. Ewaldo Cacho no bebe producto de su úlcera estomacal que le molesta con cierta frecuencia. Bien adaptado al exilio español toda vez que aprendió a jugar al mus, y su “argentinísimo” lo fortalece con sus cebadas de mate. Conoce a Madrid más que cualquier chulapo, y es claro pues la mayoría de los casos que tuvo que resolver ocurrían en los sitios más madrileños que existen: el casccorro, el puente de los suicidas, etcétera.

Durante tres años, específicamente en 1983, 1984 y 1985, un genial escritor llamado Rafael Castleman tuvo la buena ocurrencia de dar a luz los casos que resolvió Ewaldo Cacho (en una revista más desconocida aún: Cacumen). Para una generación de exiliados sudacas fue el héroe que le podía hacer la competencia, en su estilo madrileño-argentino, al Mike Spillane, al Nick Nolte o al  Mike Hammer de los detectives privados norteamericanos.