El tercer gigante

Roman Gubern

Historia del Cine

Junto a Rosselini y a Visconti, el tercer gigante del cine neorrealista es Vittorio De Sica, que ha trabajado como actor, en el teatro y en el cine, en papeles de galán, elegante y de maneras suaves. En 1940 ha comenzado a dirigir comedias, cuya falsedad y convencionalismo no las distingue de las que están haciéndose por el país en esas fechas. Pero en 1943 se produce el quiebro de I bambini ci guardano, un drama familiar visto a través de los sensibles ojos de un niño, víctima inocente de las querellas de sus padres. I bambini ci guardano se alinea, junto a Ossesione y a "Cuatro pasos por las nubes", en el preludio que anuncia el amanecer neorrealista. La colaboración que ha establecido De Sica con el guionosta Cesare Zavattini se revelará de una gran fecundidad después de la Liberación. No hay que perder de vista que Zavattini es uno de los grandes teóricos y defensores del neorrealismo; "Cuando alguien -declarará públicamente- sea el público, el Estado o la Iglesia, dice: basta de pobreza, basta de películas que reflejan la pobreza, comete un delito moral. Es que se niega a comprender, a enterarse. Y al no querer enterarse, conscientemente o no, se sustrae a la realidad."

El cine de De Sica-Zavattini se diferenciará de Rossellini y el de Visconti por su orientación sentimental y ternurista, apelando no a la indignación del espectador (como Rossellini), ni a su intelecto (como Visconti), sino a la compasión. Esta idea cristiana domina su gran trilogía iniciada en 1946, que recoge la soledad y el desamparo de los niños romanos en "El limpiabotas" (Sciuscià, corrupción italiana del americanismo shoe-shine) y el drama de los adultos en "Ladrón de bicicletas" (Ladri di biciclette, 1948), conmovedora historia del obrero Ricci, pegador de carteles, que durante un fin de semana busca desesperadamente por toda Roma la bicicleta que le han robado, por ser su imprescindible herramienta de trabajo, y al no hallarla se decide a robar una, siendo sorprendido al hacerlo. Este implacable documento social sobre la condición obrera en la Italia de postguerra cargó su acento en la soledad del protagonista, víctima de una feroz insolidaridad ante su angustioso problema. Perspectiva subjetivista que reapareció en Umberto D (1951), drama de la soledad en la vejez, protagonizada por un funcionario jubilado que malvive de la pensión estatal sin más compañía que la de su perro. En esta película culminan las teorías zavattinianas sobre la "cotidianeidad" del neorrealismo, que al postular "una lucha contra lo excepcional para captar la vida en el acto mismo en el cual vivimos, en su mayor cotidianeidad" había querido llevar al cine "los noventa minutos de la vida de un hombre durante los cuales no sucede nada". Pocas veces la gris monotonía de lo cotidiano se ha convertido en algo tan apasionante como esta morosa incursión de De Sica, con ojos de entomólogo, en la existencia vacía de Umberto Domenico Ferrari.

Esta amarga trilogía sobre el drama de la Italia de postguerra se completó con la insólita farsa poética "Milagro en Milán" (Miracolo a Milano, 1950), cuya inspiración debe no poco a Chaplin y a Clair, y en la que los pobres habitantes de un bidonville milanés expulsados de sus barracas por un feroz y grotesco plutócrata que quiere explotar el petróleo descubierto en su subsuelo, abandona en masa este mundo cruel cabalgando sobre escobas voladoras, hacía un país en el que "buenos días" quiera decir realmente "buenos días". De sica gastó todo el dinero ganado con "Ladrón de bicicleta" para producir esta poética fábula de ambiguo y discutido desenlace. Al preguntarle un malintencionado periodista si los humildes emprendían su vuelo hacia el Este o hacia el Oeste, De Sica le respondió que eso no era lo que importaba, sino el hecho de que volasen todos juntos.

Pero como el idealismo no hace buenas migas con el dinero, De Sica se verá obligado a reanudar su carrera de actor, apareciendo en personajes caricaturescos de innumerables comedietas, que le permitirán reponer su bolsillo de las pérdidas producidas a causa de su noble entrega al arte cinematográfico.