PARA SIEMPRE EN EL TIEMPO

A Lorca, Dalí y Buñuel,
trilogía donde la miel es
más dulce que la sangre

 

 

Leves eran entonces la queja

y los fragmentos híbridos apenas estallando

cómplices invadidos y evadidos en su naturaleza

de azar y destino extraviado

por la Residencia de galerías insomnes.

Hasta cuándo y desde entonces

y para qué siempre y dónde nunca;

abiertas ya las puertas, desatadas las manos

en inciertos ojales de geranios absurdos,

tocados en qué bocas de idea y gargantas

hacia un eje de uvas navegando...

Logrados ya los ojos desde un prólogo de infancia

susurrando olivos, párpados de óleo

arados en su desvelo mortal y permanente;

hilos, hebras, pestañas sosteniendo

el silbido en la gota de un álamo.

Clichés que sostuvieron la luz fugaz,

el latido del aroma aunado y distintivo,

vuestras huellas digitales persuasivas, pasajeras

de un entonces que apenas será rozado

con la punta de un casi siglo en nuestros dedos.

Amados y odiados en la tibia avidez;

esquivos, furtivos, camaradas errados y errantes,

traidores de amor truncado y celo,

gitanos los tres desde la madrugada erguida

en los relojes de la muerte intacta,

acudiendo a su cita de horror, de error,

vejez o delirio que ni la genialidad pudo eludir.

Ni por la muerte quedareis a solas

ni exiliados; visitados por el hueco

sediento y ardiente que dejasteis

en vuestra fuga, por fin, inevitable